TRADUCCIÓN AL CASTELLANO

Estuve mucho tiempo, casi cuatro meses, leyendo Archipiélago Gulag, el excepcional documento de Alexandr Solzhenitsyn sobre la industria penitenciaria soviética, años 20, 30, 40... Lectura pendiente desde hacía años. Súbitamente sentí, primero de manera vaga y después perentoriamente, la necesidad de hacer algo que representase tan escalofriante relato. Puede que fuera una idea irreverente, pero creo que excusable puesto que el destino final del “producto” tenía que ser  la pared de mi estudio. En definitiva, que me empeñé en ello hasta poner manos a la obra.
Asimilado el proyecto, era preciso actuar con la cabeza fría, sin prisa, y así, me exigí, como primera medida encontrar el soporte adecuado; y con este objectivo estuve revolviendo telas antiguas por el taller de Gualba, hasta encontrar una que en principio me parecía cumplir 'los requisitos'. De medidas 130x97 y perfectamente pegada a una plancha de madera clavada sobre un bastidor barnizado. Trabajada hacía unos años, en ella se representaba a una pareja, hombre-mujer, figuras deformes en actitud amorosa, cuerpos pequeños en medio de un amarillo intenso -en la parte baja de la tela apaisada- con el qual tuve la intención de representar una playa infinita. La parte superior, azul, azul ultramar, surcado por unas dunas de colores tostados. El resultado no fue satisfactorio, así que después de tener la pintura colgada en el comedor de la casa casi medio año -vista con el rabillo del ojo incluso podía dejarse ver-, la instalé definitivamente en el taller vuelta de cara a la pared. 
El tema era una combinación de dos motivos que el pintor Alex Katz -1950-, havia 'tocado' en pequeños collages trabajados con papeles de colores recortados y que me motivó para hacer una composición con pintura al óleo de medidas grandes. Habia gruesos de materia, pero me iban bien puesto que añadían una plus de posibilidades para la preparación material del proyecto. Apoyé la tela a la pared de forma tal que pudiese verla con sólo asomar al estudio. Finalmente me decidí por ella.
Era necesario alisarla, puesto que “la cosa” que tenia in mente lo exigía. De manera que con el útil eléctrico adecuado -con chapa de papel de lija- me ocupé de ello. Eso pasaba en Gualba donde tengo el taller, no demasiado espacioso però suficiente e inmunizado de accidentes de cualquier tipo. Pero el tiempo se me echó encima, también el invierno y hube de escoger entre dejar la tela como estaba y de momento adiós a la idea o bien organitzarme en el estudio de Sant Cugat. Una habitación no pequeña, pero que sí lo es considerando que hay en ella escritorio, mesa de dibujo, mesa de ordenador, librería, caballete i rincón guardamuebles. 
De hecho la idea me perseguía, así que tuve que ingeniármelas inventándome el sitio indispensable en este habitáculo de Sant Cugat. La incomodidad aviva el ingenio dicen y es cierto y de ello tuve, en tiempos, larga experiencia; así que llegado el momento y haciendo equilibrios, dispuse el caballete de forma tal que pudiera dibujar con carboncillo sobre la tela un boceto elemental de los dos personajes centrales -y únicos-. Después, arrrinconando el caballete, trasladé la mesa de dibujo hacia el centro de la cámara con el fin de instalar la tela sobre ella; me resultaba indispensable disponer de mesa y caballete puesto que la tela debía moverse arriba y abajo; abajo, plana, para trabajar los grandes espacios del fondo y arriba para trabajar las figuras e ir controlando lo que se estaba cociendo. Aún conservo cierto vigor físico sin el cual y debido al peso del bastidor, tal esfuerzo me hubieso resultado imposible. La luz, cambiante e insuficiente, me llegaba por momentos de la pequeña ventana que da al patio interior y en otros instantes de mi muy antigua, y querida lámpara de brazo convenientemente enfocada con su luz, en según que horas, algo mortecina. De todos modos, nunca he deseado desprenderme de ella después de tantos años de servicio, de extraña sintonía. Debo aclarar sin embargo, que nunca me preocupó demasiado la insuficiencia de luz. Incluso he llegado a trabajar casi a oscuras y ocasiones hubo en las que por abandonarme al azar la diosa Fortuna me concedió la gracia de la 'gran sorpresa'. Y en ese instante, cuando se produce el milagro, o te imaginas que se produce, sientes algo difícil de describir.
Cuán difícil me está resultanto explicar este trabajo. Pero sigo, aún a tientas, puesto que lo que a continuación sigue es la parte más interesante, o así me lo parece. Tenía clara la idea que me rondaba por la cabeza, es decir, cual debía ser la disposición de los dos personajes y su actitud, pero también debía interpretar un papel básico el fondo del cuadro, el cual me interesaba sobremanera dado su proyectado protagonismo, junto a los personajes. Personajes y fondo, en absoluta simbiosis. La dos figuras, hombre y mujer -pareja de zeks, como así se denominaban, según explica el autor, los reclusos fantasmas que deambulaban por los gulaks siberianos-,  conformaban el eje central del cuadro, concebidos en tonalidades grises, verde cinabrio y tierra tostada, figuras oscuras como desvanecidas, y después el sfumato, de interior a exterior a partir del contorno sincopado, roto, frágil de los cuerpos. 
Este era el proyecto. Ya tenia la tela dispuesta ante mi como una mesa. Y diseñadas, como he dicho, con carboncillo, las líneas del proyecto de los dos personajes. Separados los colores. A punto el aguarràs i los colores, trapos. Todo tenía que ser muy senzillo. El mismo sentimiento de una cierta angustia que te invade en cuanto te dispones a atacar una acuarela -el trato del color con agua puede resultar incluso estresante- es el que experimenté cuando me enfrenté a la superfície de la tela en el momento de la verdad.
(Un paréntesis para remachar la intencionalidad de la pintura: no se trataba de una composición compleja en la cual personajes y colores revueltos permiten ciertas veleidades; se trataba 'simplemente' de darles vida en un suspiro sobre una tela muy preparada. Los rostros, tal y como los tenía configurados in mente, exigían un trato cauteloso -lejos de suspiros-, ya que no podía permitirme fallar la expresión bajo sentencia de muerte del cuadro. Tenían que ser 'dichos' de manera que se integrasen en una atmósfera general de simplicidad, tanto en el trato de los colores referidos a los ropajes elementales, como a la inmensidad del fondo del cuadro).
Pero he aquí que cuando llegó ése momento de la verdad, súbitamente perdí las fuerzas y tuve que dejarlo... Y acabo aquí. Difícilmente sabría explicarme. El trabajo resultó ser una dura lucha contra una diversidad de elementos antes esbozados. Los rostros de las dos figuras, fueron periódica y repetidamente trabajados debido a que se me hacía muy cuesta arriba dar, tanto con la dicción pictórica pretendida como con la expresión. Hasta que con el juego de diversos frottages con barritas de cera -y con el corazón en vilo-, conseguí entrever lo que parecía el final del cuadro. Y así, de golpe, ví terminada la pintura. 
´Unos días después de haberla dejado reposar, vino el análisis frío. Día tras día. Una semana y otra; un mes. Examinándolo casi a oscuras, a plena luz del día, con luz artificial blanca, cálida, a media luz... Después, el cuadro vuelto de cara a la pared. Pero era difícil resistirme. Transcurridos quinze días más, me enfrenté a él nuevamente. Íntimamente parecía agradarme. Pero... confundía realidad y deseo? La obra resultaba realmente grande, de hecho lo era, se me echaba encima; la pintura tiene sí un sello personal, pero el resultado final es... que un abismo la separa de la inmensidad del drama de los gulaks
Veamos, para entender del todo por donde van los tiros, lo que dice de los zeks el autor del Archipiélago, entre otras descripciones: “... Constituye un tipo biológico diferente del homo sapiens... Podemos apuntar algunas ideas al lector. Imaginen que el hombre, contra su deseo pero por necesidad ineludible y sin esperanzas de retorno, hubiese de pasar a la categoría de los osos o de los tejones; pues bien, podría en esta nueva vida, vivir entre los tejones como un hombre? Nosotros creemos que no, creemos que se convertiría en un tejón: le crecería el pelo, se le agudizaría el morro y no necesitaría alimentos crudos ni fritos, se tragaría perfectamente los alimentos crudos”. 

Prefiero no quiero oír comentarios críticos. Cualquiera que se hiciese resultaría inadecuado. Y si llegara a hacerse, tengo la convicción de que la misma pintura, como dice aquel fragmento de la Eneida, actuaria con la fuerza de un poderoso escollo que rechaza el agua que lo golpea”. Doy por acabado este escrito el día 11 de septiembre del 2013. 

Nota: Con el fin de trasladar una idea, un flash parcial de la pintura, se reproduce el rostro de una de las figuras.